Entonces me imagino como sería nuestra vida si a cada actividad que llamamos rutinaria le imprimiéramos esa pasión que le imprime mi nieta a cantar mientras se columpia, si pudiéramos fundirnos de esa envidiable manera con el momento presente. Estoy segura que por eso ella disfruta cada vez sus visitas al columpio, porque cuando lo hace esta tan presente que se olvida de que ya se columpió antes allí. Lo cual me hace pensar que quizá debiéramos tener mala memoria para unas cosas y buena para otras, quizá debiéramos olvidar como realizamos una labor repetitiva y permitirnos realizarla cada vez como si fuera la primera vez, con nuevos ojos, abiertos a experimentar nuevas sensaciones y a obtener nuevos aprendizajes.
Interactuar con mi nieta me ha brindado la oportunidad de ponerlo en práctica. Actividades como lavar los platos, limpiar la casa, caminar, bañarme y conducir están siendo en este momento abordadas desde la mala memoria, los resultados son asombrosos y van desde que los sentidos se vuelven mas sensibles hasta el hecho de que es una excelente oportunidad para entrenar la mente y conseguir la soberanía sobre ella, en vez de dejarla a ella ser la soberana sobre nosotros.
Estar en el aquí y el ahora es algo de lo que los niños saben mucho, e interactuar con ellos nos permite ser invitados a ese territorio donde todo es nuevo cada segundo de nuestra vida, donde la existencia se convierte en un acto de magia. En este momento estoy explorando las diferencias que existen en nuestra percepción cuando cerramos los ojos y cuando los tenemos abiertos, he observado que mi nieta suele hacerlo mucho, hace sus actividades con los ojos abiertos y repite lo mismo con los ojos cerrados, a veces su capacidad de asombro se magnifica como si hubiera tenido acceso a una sensación nueva por el solo hecho de haber cerrado los ojos. Tomar un baño, es quizá la actividad más lúdica en donde personalmente noto mucha alteración de mis sentidos cuando cierro los ojos. Es increíble como el tacto es una mano que es sujeto y es objeto a la vez, y como el olfato se abre paso por entre espacios insondables y los olores se multiplican, incluso puedo dividir una fragancia en varios matices desde el ácido hasta el más dulce, mis oídos alcanzan vibraciones que no son perceptibles con los ojos abiertos, la ducha puede ser lluvia, puede ser cascada, puede ser agua rodando por el piso, o puede ser simplemente una mano que acaricia mi piel…
Estar presente es uno de los entrenamientos que nos demuestran lo fácil y económico que es ser feliz, pero como los grandes logros personales es una batalla diariamente librada, nunca una guerra ganada.
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